Misión:
Divulgar contenido respecto de las emociones, las relaciones humanas y la vida en general, especialmente a través de la imagen, que aporten en el disfrutar la vida con sentido.
Visión:
La observación de nuestro entorno y de nosotros mismos, con una mente abierta, con respeto y con humildad, nos ayuda a crecer espiritualmente, uniéndonos en un todo amoroso.
Biografía del director:
Alfonso Correa nace en Viña del Mar, cuarto de seis hermanos, se desarrolla en su adolescencia con una potente actividad pastoral y social, destacándose por su entrega en compartir la Navidad con personas en situación de calle durante doce años, celebrando con ellos el hecho de ser hermanos en este mundo, con mucha alegría. Estudió medicina en la Universidad de Chile, formándose luego en Psiquiatría Infantil y de Adolescentes en la misma universidad.
Construye familia con Carol y sus tres hijos, actualmente adolescentes, trabaja desde su especialidad médica con personas de diversas comunas de Santiago de Chile, en diversos equipos de trabajo clínico y en docencia en las carreras de medicina, fonoaudiología y psicología.
Contacto: acorrea@alviento.cl
Historia del nombre:
Se mantuvo ese nombre para el primer libro, «la Vida… al Viento» (2002), que muestra el ciclo de vida completa de la misma planta haciendo la analogía con el ciclo de vida humano.
Ante la posibilidad de realización de un nuevo libro (2018), persiste el mismo concepto: estar atento al viento, a su suavidad y su fuerza, a su incertidumbre y a sus variaciones. Estar atento a las posibilidades que da la vida y estar disponible para saber aprovechar esa tremenda energía que se nos regala. Tener la confianza de poder hacer algo más. Así, 16 años después del primer libro, se realiza un segundo libro que muestra el mensaje común de la naturaleza, la fe y la psiquiatría y nace esta editorial, Editorial al Viento, con el objetivo de dar testimonio de la alegría de vivir y entregar contenido que facilite ese buen vivir a otros.
Significado de «al Viento»:
Dios no es posible definirlo ni nombrarlo claramente, puesto que va más allá de todo nombre. Sin embargo, cada imagen que logramos hacer de Él nos puede acercar a familiarizarnos con su entrega amorosa permanente en la vida de cada uno.
El viento puede representar esa fuerza y presencia constante que es Dios, a veces una suave brisa y otras, un gran temporal. Siempre presente y cercano; a veces más fácil de percibir y otras más difícil; no siempre comprensible; en algunos lugares es más fácil encontrarlo y en otros hay que esforzarse mucho para verlo.
Estar «al viento», corresponde, en esta analogía, a estar atento a la presencia de Dios, saber reconocer su presencia y, con humildad, saber disponerse para que Dios actúe y ser instrumento de su actuar en este mundo. Cada uno es una semilla, que necesita de esta fortaleza para trasladarse. O también cada uno puede ser la vela de una embarcación, que debemos extender y girar según el viento del momento y el sentido que queramos seguir. El Viento favorece un buen rumbo si nosotros ubicamos apropiadamente la vela. En otros momentos debemos humildemente bajar la vela, si hay un temporal que nos podría hacer naufragar.
Estar «al viento»: a «disposición del viento», es estar disponible, pero no a su disposición en forma pasiva, no como un simple receptor de la energía de un Otro, sino con la posibilidad de elegir y con la responsabilidad de aquella decisión. De estar atento y de elegir la velocidad y la dirección. De elegir el sentido que le demos a nuestra vida y la de los que nos acompañamos en este barco.
Somos seres activos en el destino al que nos desplazamos y podemos disfrutar del camino en cuanto sepamos llevar el timón y ayudarnos unos a otros.
